7 mar 2008

los planetas

EN estos planos momentos, pienso en negro: qué buena manera de terminar el día que amargamente viendo un cielo, o mejor dicho, un colchón de esmog y luz artificial que no parece tener nada tras él. Las estreyas poco disimulan su brillo, es decir, no tienen nada de modestas, solo que este colchón del cual escribo limita mi diálogo con ellas. Si hay algo de lo que se tiene que hablar, es la eterna tensión entre las estreyas. Supóngase que cada estreya dispone de cierta calidad energética, que administa a su manera y que distribuye belleza, color, calidez y vibraciones de todos los tonos hacia todos los rincones del universo, una y otra vez, en un pulso sin prisa pero sin pausa, incesantemente desde hace millones de años, compartiendo escenario con sus congéneres. Los planetas, por otra parte, subsisten de maneras menos proféticas, aunque su densidad y distensión repele fosas comunes y hoyos negros hambrientos. Ellos palpitan más abajo, son del tipo cadencioso y sin lugar a dudas son la base grave entre los pobladores de la función fantástica. A partir de su impulso, gravemente lento, saben originar efectos más profundos y más eficaces. La bataya de estreyas no llega a un fin jamás. La colisión de los planetas es menos intempestiva, y la mayoría de ellos sabe bajar la cabeza y deletrear el nombre de algún triunfador. Mientras el planeta triunfador celebra y se jacta repartiendo panzadas entre los perdedores, cada uno va introyectando los retazos de la victoria y se tejen lindos tapices de esas derrotas. Las estreyas titilan afianzadas en su furia, repletas de chillidos oníricos abren de par en par sus ojos y dejan salir chispas; casi todas se saben manifestar en la oscuridad, pero ninguna deja una sola palabra impronunciada. Si sufren de mal de amores, cada una chilla a su compañera, y la red de hermandad pasa de hermética a prolífica, entonces los oídos zumban, las abejas zumban, las cocinas zumban; todo zumba. Desde aquí abajo las escucho, si las ballenas lloran o se ríen es lo mismo, es sonido de estreyas comunicando, transmitiendo eternidad encapsulada en instantes; una polilla es atrapada en la tela de una araña indefensa, un crucigrama acaba de ser resuelto y el bolígrafo cobra vida y no escribe la palabra correcta, una hermosa mujer es rechazada por un hombre que tiene seis dedos en cada mano. Pálpitos, pálpitos, un bebé patea a su madre que va en camino a abortarlo, un ladrón común con un diente de oro es apresado en el lugar exacto donde cayó la navaja que arrojó un niño que cumplía años el día que se asustó cuando vio que su hermana mayor asesinó al cura que disfrazado de ladrón común intentaba sacarle un rizo castaño. Se abre, se cierra, el pulso de la noche en la ciudad es cada vez más tenue... con cada impulso, dos planetas recobran fuerzas para seguir siendo cómplices en la rivalidad. Debaten política para poder estar en desacuerdo en algo. Suenan los despertadores, uno detrás de otro se despiertan unos a otros, y en la simpleza o en la sutileza, un caracol lleva su casa a cuestas, un gorrión se come un fideo porque vio en él la lombriz más lerda del planeta, un molino comienza a girar como loco y empieza a sacar leche en polvo del centro de la tierra, un avestruz esconde su cabeza en una madriguera de serpientes y aquí no ha pasado nada.

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