24 abr 2008

el otoño de una chica

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al chico de hoy,

(me entrego a tus tatuajes
)


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Todo lo que me duele son serpientes. Aprender a perturbarlos es sólo el comienzo desde la fiesta del laberinto. Paso de largo a un fauno tomando la siesta, y creo ver que me guiña su ojo, a pesar del monte y la neblina. Unos pasos más allá Alicia llora desconsoladamente mientras en su libro de cuentos se desdibujan la mayoría de las palabras esdrújulas… van quedando espacios en blanco donde la tinta corre como un río de olvido. De las palabras borradas han surgido nuevas historias: de helicópteros, de cenizas, de cardúmenes y flotas navales, de espías y mujeres sinceras que no tardan al aplicarse pintura de labios, es una espera hasta el verano. ¿Qué acobijan a la luz de las seis de la tarde? Muchos solos pueden jactarse de que ven a los bosques en cada luz que hay en el día, aunque algunos acompañados siempre tienen ventaja de contar la historia primero. Me han llegado dos cartas: una del norte y una del sur. La del norte me dice que hay viento del polo; la del sur me recuerda la festividad de las mareas. En una esquina se pone el sol en su cuenca, suena a locura y capullos abriéndose, temerosos de perderse cualquier segundo de la noche, de la vida que empieza con más lentitud. La noche caza sus presas a pesar de ella misma, reclama desde el fondo de cada lago la luz de cada ser nocturno. Abrir montañas, ver crecer árboles, sostener desde su corazón el vuelo de cada murciélago; así respira la noche, en silencio reina en su total y completa luz, tan cercana a un animal hambriento que desconoce la piedad.







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